martes, 23 de febrero de 2016

¿QUE CUANTOS AÑOS TENGO?





De un maravilloso poema de José Saramago: 

Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo...

¡Qué importa eso!
Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o a lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.

Y así sigue, frase tras frase diciendo verdades como puños, que hace unos años no me hubieran entrado tanto, pero que en el día de hoy empiezan ha hacerme pensar, ha sentirme identificada, y a cada párrafo que leo cabeceo como una tonta asintiendo, y sintiendo que tiene toda la razón.

Sería por un lado absurdo que reescribiera todo el poema, y una osadía pretender comentarlo.

Pero uff, que identificados nos podemos sentir con poemas como este. Que mayor me siento a veces, y mentiría si dijera que los años me han dado seguridad, me han quitado miedos y me han dado paz pensando que mi futuro es más fácil de lo que fue mi pasado.

Los jóvenes que comienzan, los que terminan sus carreras universitarias, su formación, y empiezan su andadura en el mundo laboral creen que lo tienen muy difícil y es verdad lo tienen fatal, y todo el mundo dice que para nosotros fue más fácil. No digo que no, pero también estoy segura que el tiempo suaviza y hace que recordemos esa época con más tranquilidad.

Lo que ahora mismo me agobia es el futuro de nuestros hijos, ese que parece que cada vez es más competitivo, que cada vez necesitan estar más preparados, para llegar a no muy lejos, que les costará más que a nosotros, que su planeta se ha vuelto loco,que no les quiere, que nos lo hemos cargado, que no hay quien se aclare con el tiempo, que hace calor en invierno, y mucho más calor en verano, que falta agua, que no tendremos petróleo, que no se ha inventado mucha cosa más, que sirva de alternativa, que la luz, por así llamarlo está prohibitiva, que es culpa entonces del cambio climático, capa de ozono, agujero negro, toma pues ahora en vez de uno, tenemos dos. 

Todo eso más la locura de que todo avanza mucho más deprisa de lo que podemos asimilar, de que no damos a basto con todo lo que pasa, como las nuevas tecnologías, redes sociales, nuevas palabras, anglicismos a diestro y siniestro, y nosotros detrás intentando correr pero con las piernas atadas, y vamos de "sobraos", podemos con todo. Para que nuestros hijos se encuentren tranquilos a nuestro lado.

Y creamos esa sensación de que está todo controlado, y ellos se duermen con ese susurro de tranquilo aquí está mama o papa, no tengas miedos, con la obsesivo de que no pierda el confort, porque tienen derecho a estar en paz, a seguir confiando, porque son pequeños, pequeños aún para saber lo que les espera.

Y tu respiras hondo, y piensas... a estas alturas, debería tener mi futuro controlado, debería poder trabajar un poco menos, debería poder delegar, debería llegar a fin de mes sin penurias. 

Pero somos esa generación de en medio, que parece que lo hemos tenido muy fácil, pero que al final de la meta no lo han puesto jodido.

No se a quién echarle la culpa, porque no sería justo que el resto del mundo tuviera la culpa de que a mi edad tenga la vida mucho menos controlada que cuando tenía 20 años, pero lo único que tengo claro a mi edad, es que aún no estoy tranquila, no llego a fin de mes, mis hijos aún son muy pequeños y yo empiezo a ser muy mayor.

Pero bueno, ahí estamos, luchando como si empezáramos a formarnos un futuro, cuando ya el futuro está mucho más cerca que el pasado. Con la seguridad que lo tenemos complicado, y con la certeza que ya no nos queda tanto tiempo, y que ya no es una época de sueños. 

Que lo que queda por venir, no parece mucho mejor, y que hay que "currárselo" mucho, para conseguir muy poco.

Pero a pesar de eso, la edad si me ha enseñado a ir más despacio, a no desesperar, a asumir que está mal y que no pasa nada, a que cuanto menos piense y más haga, mejor, a vivir de pequeños momentos, a no buscar la felicidad absoluta, porque no existe, a no tener miedo al dolor ni a los malos momentos, porque esos si que existe. A bueno mañana saldrá el sol y soy afortunada.

Los años no me han dado seguridad económica, ni estabilidad social, pero si paciencia y serenidad. Que sea lo que Dios quiera, yo no puedo echarle más horas al día para que todo funciones. Ni tengo la habilidad de que todo funcionará. 

Pero cuando me voy a dormir si que tengo la tranquilidad del deber cumplido, y un cansancio que es imposible describir, cansada de estar cansada, y cansada de quejarme dejo que el sueño me pueda, y solo pido que mañana podamos seguir por lo menos así.

Supongo que a muchos de vosotros os pasa lo mismo, vivimos en ese punto medio del miedo e incertidumbre de los que les espera a nuestros hijos y el miedo e incertidumbre de lo que nos espera a nosotros.

Buenas noches.



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