sábado, 9 de abril de 2016

UN ABRAZO






Erase una vez... un abrazo.

Un abrazo de esos largos, cálidos, de los que te da tiempo a respirar, de esos que te llegan muy dentro y te hacen temblar, un abrazo que nunca olvidarás, aunque vuelvan a abrazarte una y otra vez.

Un abrazo que nació entre dos amantes imposibles, que duró poco, pero fue de verdad, y para siempre.

Dos personas que sabían muy bien que no se verían ya nunca más, pero también sabían que valió la pena, y que así estuvo bien.

Por eso nació triste, sabiéndose el último de sus amantes, pero con un bello final.

Durante años, el abrazo buscó consuelo, encontró abrazos de todo tipo, unos mejores que otros, pero al final eran abrazos de compromiso.

Esta lleno de gente que se abraza por abrazar, y el abrazo cada vez estaba más triste, y desanimado, estaba perdiendo la esperanza de volverse a sentir como aquel día, hace tantos años.

Pero un día, ese mismo abrazo se encontró a dos amigos que estaban muy enfadados, a punto de perderse.

Estaban en ese punto en el que cualquier palabra mal interpretada podía romper su amistad, y probablemente así pasaría, porque era mucho más fácil romper que perdonar.

Uno de ellos buscaba el perdón y el otros, suponía el abrazo que también, pero no sabía como hacerlo. El silencio entre ellos hacía hasta daño.

El abrazo se colocó entre ellos.

Los miró

E hizo lo que sólo un buen abrazo puede hacer. Que esos amigos se juntaran, se sintieran, se tocaran.

Sus cuerpos se unieron hacia un solo camino. Borrar las heridas, responder a preguntas, preguntar por qués y saldar cuentas y perdonar, olvidando el atrás.

Y esos rencores, daños y rabias los mandaron al rincón de pensar.

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